
La tristeza es una de las emociones básicas del ser humano, junto con el miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa. Es el estado afectivo provocado por un decaimiento de la moral. Es la expresión del dolor afectivo mediante el llanto, el rostro abatido, la falta de apetito, etcétera. A menudo nos sentimos tristes cuando nuestras expectativas no se ven cumplidas, cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres. La alegría sería la emoción contraria. Ademas puede ocasionar convulsiones y envejecimiento prematuro.
Tristeza y melancolía, podría decirse que son sinónimos, también podríamos, llamarle nostalgia. O como lo definen los gallegos: Morriña, o las "Saudades" del brasilero... Es muy difícil encontrar a un ser humano que no conozca -por distintas causas y circunstancias- este sentimiento. Podríamos decir, que es un Estado de ánimo, que muchos lo experimentan por lo menos una vez al día.
Entre esa tristeza, esa melancolía, esa nostalgia, y el amor, hay una inmensa diferencia, y esta es, que la melancolía se hace sentir, se identifica se enseñorea de nuestro ánimo, y con precisión podemos decir que estamos tristes, melancólicos, o nostálgicos. Y ¡ojo!, la melancolía no es una depresión, y lo resaltamos, ya que es muy común y fácil confundirlas, tanto así, que en el campo puramente biológico ambos estados de ánimo generan mecanismos homeostáticos que conllevan a un desgaste energético importante, y unido a este desgaste, la presencia de una necesidad imperiosa de descanso, tanto descanso emocional como físico que permita recuperar energías, sobre todo al área cerebral, donde se producen aquellas sustancias comprometidas con lo energético, es así, que -por lo general- a los periodos de melancolía y tristeza, le sigue un bajo nivel de actividad.
Esa tristeza, ese tiempo gris, puede cumplir por etapas o momentos una especie de catarsis, el caso, por ejemplo, de la tristeza que surge cuando vivimos la muerte de un ser querido, o esa melancolía que sigue a la ruptura de toda relación importante. ¡Cómo podríamos actuar antes hechos tan significativamente fuertes, sino es sumiéndonos en la tristeza... Esto, sin duda es un comportamiento normal, Pero debemos aprender a identificar los niveles asfixiantes y patológicos de la tristeza, esos donde un vacío existencial nos atrapa, y nos devora la soledad. Comenzamos a percibir la hostilidad del mundo, la incomprensión de los padres, o en el caso de personas maduras, que los jóvenes son insensibles, vacíos, egoístas. Que nos rodea la maldad, la falta de solidaridad, que la vida pierde sentido, que no hay Dios que impida esto que sentimos... Y comienza un proceso terrible en el cual hasta se cuestiona haber nacido, y nos sentimos culpables de todo: de la pobreza y la indigencia, de la mediocridad, de la mezquindad...
Cuántas veces no hemos escuchado, de la boca de algún amigo o amiga atrapado en la tristeza, que no le ve sentido ni valor a la vida... Tantas y tantas veces, nosotros mismos hemos pasado sin casi poder darnos cuenta del porqué, a una experiencia dolorosa en el más puro sentido existencial.
Cuando no se había definido la Depresión, mucho se hablaba de la "Melancolía", lo que hace imperativo, que aceptemos, que al no tener otro calificativo para definir lo que hoy sabemos que es una patología, la depresión, llamada "Melancolía" existe desde que el hombre es hombre.
En La Biblia, en el libro de Job, libro del Antiguo Testamento, los especialistas lo han situado en diversas fechas, desde tiempos mosaicos hasta la época posterior al exilio. Sin embargo, la datación preferida hoy por la mayoría de los eruditos corresponde al periodo postexílico posterior (desde el 500 al 250 a.C.), Allí está la tristeza, la melancolía, la desolación anímica, igualmente en las "Lamentaciones", el libro de Jeremías, israelita nacido en torno al 650 a.C., y que emprendió su vida profética en el 627 a.C., y murió en algún momento indeterminado tras la conquista de Jerusalén por Babilonia, hacia el 586 a.C., y que para muchos irreverentes, era un "Profeta llorón". También citemos a Homero nombre con el cual se conoce al famoso autor de la Iliada y la Odisea, las dos grandes epopeyas de la antigüedad griega. y aunque nada sepamos de él como persona, y respetando también el que algunos pongan en duda que sean de él estas dos obras, pero, sin embargo, con los datos lingüísticos e históricos de que se dispone, han permitido suponer que los poemas fueron escritos en los asentamientos griegos de la costa oeste de Asia Menor, hacia el siglo IX a.C., este paréntesis, lo hacemos para dar más fuerza al hecho de lo arraigado que está el sentimiento triste de la vida, y la depresión el la historia del hombre, Homero, nos regaló la imagen de Aquiles, presa de furia y rencor, dirigiendo su odio hacia los troyanos, a cuyo líder, Héctor (hijo del rey Príamo), derrota en combate singular. El poema concluye cuando Aquiles entrega el cadáver de Héctor a Príamo, para que éste lo entierre, reconociendo así cierta afinidad con el rey troyano, puesto que ambos deben enfrentarse a la tragedia de la muerte y el luto, o sea, a al duelo y al dolor y la tristeza que trae consigo... Y de la antigua Grecia, también Sófocles, cuya vida y quehacer transcurrió entre el 496-c. 406 a.C., y que era uno de los tres grandes dramaturgos de la antigua Atenas,
junto con Esquilo y Eurípides, él, Sófocles "Dibuja" literariamente con brillo y realismo lo intrincado, complejo y extraordinario de las pasiones humanas en las tragedias griegas, su personaje en "Edipo, Rey", desesperado y marcado irreversiblemente por la culpa, prefiere arrancarse los ojos al enterarse que tenía relaciones sexuales con su propia madre
Y de esa rica y sorprendente mitología helénica traemos aquí a Penélope, la hija de Icario, rey de Esparta y mujer de Odiseo, el Rey de Ítaca, y madre de Telémaco. Esa figura femenina cuyo marido estuvo ausente durante más de veinte años como consecuencia de la guerra de Troya. Penélope nunca dudó de que él regresaría, y mantuvo fidelidad, lo que opuso férreamente a los cortejos de sus muchos pretendientes, que llevaban una vida espléndida y cometían excesos en el palacio de Odiseo. Ella, que no estaba dispuesta a elegir un nuevo marido, tapo sus intenciones con el pretexto de que debía acabar una mortaja que estaba tejiendo para Laertes, su suegro. Cada noche deshacía lo que había tejido durante el día y, por este medio, evitaba tener que elegir un marido. Finalmente, al traicionarla una criada, Penélope no tuvo más remedio que completar su trabajo, y al momento que sus múltiples pretendientes se preparaban para obligarla a tomar una decisión, en ese último minuto, volvió Odiseo disfrazado, los mató y reveló su identidad a su fiel mujer. La heroína griega ejemplariza ese universo de emociones: Melancolía, nostalgia, dolor, alegría... El arte universal es un catálogo donde podemos buscar protagonistas de lo que aquí nos ocupa hoy.
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